Sarah Goodridge fue una distinguida y prolífica pintora, estadounidense, de retratos en miniatura, del siglo XIX. Nació en Templeton, Massachusetts, el 5 de febrero de 1788, el mismo año que su Estado natal ratificaba la Carta Magna para convertirse en el sexto Estado de la Unión. Solo hacía doce años desde la firma de la Declaración de Independencia de 1776, en la que se proclamaba, como una verdad absoluta, que todas las personas son iguales al nacer y que tienen ciertos derechos inalienables como la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad.
Sarah era la sexta de nueve hijos de Ebenezer Goodridge y Beulah Childs. Su vocación por el dibujo y la pintura le vino desde muy pequeña mostrando unas grandes aptitudes para este arte. Sin embargo, en esta época, las oportunidades educativas para las mujeres estaban muy limitadas, por lo que se puede considerar que Goodridge fue, en gran medida, una pintora autodidacta. Su hermana Elizabeth, también destacaría en la pintura y se convertiría también en una miniaturista famosa.
Al provenir de una familia humilde y numerosa no contaba en ocasiones, con los recursos suficientes para comprar papel por lo que aprendió a dibujar sobre distintas superficies, como por ejemplo en el reverso de árboles como el abedul, utilizando, para ello, la punta de un alfiler humedecida en pintura.
En 1806, Sarah Goodridge, se fue a vivir a Boston, ciudad aclamada como la Atenas de América, como ama de llaves de su hermano William M. Goodridge, considerado el padre de la industria de la construcción de órganos de la ciudad.
Comenzó su carrera profesional como retratista en Templenton, en el verano de 1812, utilizando, primero, papel grueso y tiza roja, blanca y negra, y posteriormente acuarelas en papel. Al regresar a Boston ese otoño para abordar con otro hermano, Eben, también el comercio de la construcción de órganos, se dedicó casi exclusivamente a la pintura.
No fue sino hacia 1818, a los treinta años de edad, cuando adquirió la suficiente confianza para figurar en el directorio de la ciudad de Boston como pintora en miniatura.
También recibió lecciones de dibujo en Boston, con 32 años, y ahí es cuando inicio su verdadera carrera artística. En Boston conoció al preeminente pintor de retratos estadounidense Gilbert Stuart quien se interesó por su trabajo y visitó su estudio. A Stuart le encantaba tocar el órgano y en ese año Eben Goodridge construyó el primer órgano de láminas de Estados Unidos y se lo regalo a Stuart. Gracias a este hecho conoció a Sarah. Stuart le aconsejo que acudiera a una escuela de pintura local, y se ofreció a llevarle bocetos a la crítica, y durante los años siguientes se convirtió en su instructor, mejorando, considerablemente, sus habilidades como miniaturista.
En 1820 se fue a vivir con su hermana Elizabeth, diez años más joven, donde recibiría formalmente clases de dibujo y pintura. Las hermanas Goodridge trabajaban el retrato en miniatura, un estilo artístico que, en aquella época, tenía una buena salida comercial, tanto como regalo familiar como social o amoroso. Comenzó a ganar lo suficiente para mantenerse a sí misma y a su familia. Se especializo en retratos pintados en marfil. Recibió clases del miniaturista, de Hartford, Elkanah Tisdale (1768-1835). Sus primeras pinturas fueron exhibidas en Boston y en Washington D.C.
Sarah Goodridge recibió clases especializadas en la práctica de la miniatura. Pintaba sobre distintos materiales, como la madera y el marfil, recibiendo numerosos contratos, gracias a la gran habilidad que adquirió. Amasó una pequeña fortuna, pues vendía dos o tres retratos por semana, de lo que se enorgullecía profundamente, y con este dinero sustentaba la economía de su familia (su madre, su hermana y una sobrina huérfana) y la suya propia sin preocupaciones. Nunca se casó, porque nunca tuvo esa necesidad, siendo por ello motivo de envidias y de prejuicios.
El miniaturismo no es una disciplina sencilla o menor, ya que requiere una extrema concentración. Exige, debido a las limitaciones del lienzo, trabajar con pocas pinceladas y estas han de ser muy pequeñas y precisas, precursoras del puntillismo. También, al emplear como medio la acuarela, se requiere ser rápido y no permite corregir errores sobre la marcha. También requiere una especial psicología para poder captar la idiosincrasia del retratado.
En su primer autoretrato, fechado en 1875, Sarah se representa con un estilo clásico y convencional. Sus ojos miran directamente al espectador, y posee una actitud entre discreta y distante. La composición es elemental: las líneas de los hombros caídos te llevan al rostro simétrico de aspecto juvenil y peinado con un estilo griego.
Entre sus mejores miniaturas se encuentra la obra titulada Belleza Revelada (Beauty Revealed) que es un trabajo sobre marfil encapsulado en una cajita forrada con tela roja. Esta obra se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York.
Esta miniatura muestra los pechos de la propia Sarah, tratados de tal manera que da la sensación de salir de la caja y que pudieran ser tocados por el espectador.
Fue un cuadro destinado a un amor platónico, Daniel Webster, un senador de Massachusetts, muy popular, y considerado por muchos como el mejor orador del Congreso, pues sabía explotar, en sus discursos, su mirada magnética, enmarcada por su oscuras cejas, su cabello negro y su atuendo del mismo color. No en vano le apodaban Black Dan. y del cual estuvo enamorada durante años. Al fallecer la esposa de Webster, Sarah decidió hacerle un regalo de índole personal, y bastante atrevido para la época y para lo que se podía esperar de una dama como ella. Belleza Revelada se encontró, muchos años después, en uno de los cajones de un mueble perteneciente al senador Webster, sin embargo, este romance, que ensoñaba Sarah, nunca llegó a materializarse.
Según Guy de Maupassant “la memoria es un mundo más perfecto que el universo: devuelve a la vida a aquellos que ya no existen”. Y a través del arte de la miniatura también se podría devolver a la vida a alguien en marfil. Había una costumbre muy aceptada en Estados Unidos en el siglo XIX de tomar imágenes del cadáver de una persona y retratarlos como si estuvieran vivas, como señal tangible de recuerdo.
El retrato póstumo, en 1819, de Jane Winthrop, muestra a la joven como si aún estuviera viva, sentada junto a su amada espineta, instrumento musical parecido al piano. Jane Winthrop fue nieta del Gobernador de Massachusetts, y uno de los comerciantes más ricos de Nueva Inglaterra. Un día después de su muerte, a los 16 años, su padre la describió como una de las “chicas más inocentes, más puras y más encantadoras que tal vez haya existido”.
En este retrato se observa que, Sarah Goodridge, aún no ha alcanzado su madurez técnica y se siente presionada por pintar un retrato del que se sintiera satisfecho su afligido padre. La posición, algo incomoda, del cuerpo y la faja azul, indican que no era experta en la pose d perfil. Los labios tensos son evidencias de que se había envuelto un paño apretado alrededor de la cara de Jane para mantener la boca cerrada.
Elisabeth decía de su hermana Sarah: “cabezas y solo cabezas le encantaba pintar”. Observando bien esta miniara se contempla como el brazo derecho se encuentra como separado del cuerpo, y el izquierdo cuelga como flácido.
Sin embargo, en el retrato de Georgina Gardner Lee, 1820, Sarah Goodridge se rehízo, convirtiéndose este retrato en una obra maestra. Es el retrato de Georgina Gardner Lee, hija de un afamado comerciante, George Gardner Lee y de una escritora Hannah Farnham Lee. Georgina es una niña de cuatro años, de grandes ojos y rizos en cascada que posa con su muñeca favorita y un gato atigresado de color jengibre, con un sombrero emplumado con dos plumas del Príncipe de Gales.
Georgina, con una salud frágil, murió en 1842, a la edad de veinticinco años, a bordo de un barco de vapor que dirigía a la Habana, y fue enterrada en el mar.
La revista Boston Everning Transcript, en su editorial del seis de mayo de 1846, exhortaba a los pintores de retratos a ir más allá de la simple representación técnica del retratado, para descubrir la belleza interior: “Bajo el semblante más hogareño y común, hay una luz interior de belleza no revelada, fundida a veces en los rasgos que brillan con su luz. Estos momentos traslucidos, sus estados más verdaderos y mejores, el artista debe saber aprovechar para lograr la semejanza total”. Y con estas líneas estaban evocando a la esencia del arte de Sarah Goodridge en general, y en el retrato de Hannah Delano, en particular.
La señora Delano era suegra de su hermana Beulah Appleton, y mantenía la mejor casa de huéspedes de Boston, en su antigua mansión familiar, teniendo como invitados a muchos notables de la época, como gobernadores, jueces y miembros del Congreso.
Sarah Goodridge tuvo la suerte de encontrar un mecenas en la figura de Thomas Handasyd Perkins, famoso comerciante, filántropo comercial de China, retratando de una manera muy elegante a su hija Caroline.
También retrato al nieto de Samuel Parkman, con un elegante traje rojo con ribetes de piel que refleja su estatus elevado.
Entre los años de 1824 a 1830 Sarah tuvo una gran actividad retratista, se encontraba en su apogeo. Retrato, en miniatura redondo, a Grenville Mellen, de gran belleza, que después de estudiar Derecho en Harvard, decidió dedicarse a la literatura. Y Sarah supo captar esa vocación a través de la expresión de su rostro.
Otro retrato, también masculino, pero no tan suave como el anterior, fue el del famoso orador de Boston Edward Everett, que fue ministro, educador, estadista y diplomático.
A medida que Sarah se iba haciendo mayor, su vista mermaba, por lo que a partir de los 62 años, empezó a darse cuenta de que su trabajo como miniaturista había llegado a su fin. El 28 de diciembre de 1853 Sarah Goodridge fallecería, de un derrame cerebral, en su casa de Reading, Massachusetts. No hubo, en los periódicos de Boston, ningún obituario que relatara los momentos translucidos de su larga e ilustre carrera.
El verdadero legado de Sarah Goodridge radicó en los retratos de aquellos que, en su tiempo, fueron amados, honrados y queridos por los suyos, obrando el milagro de poder poseerlos en sus manos con ternura y melancolía, deseos que van más allá de la mera biografía. Como dijo su hermana: “sus miniaturas viven como mensajeros silenciosos de la belleza humana, reanimando un mundo desaparecido”
Curiosidades:
En el blog de Elisabeth Berdann https://elizabethberdann.art/portfolio_page/beauty-reincarnated/ aparece unas reinterpretaciones de las miniaturas de Sarah Goodrige pintadas por Elisabeth en el año 1991
1 comentario
Muy bueno. Me ha gustado mucho.