Josefa de Óbidos,una pintora portuguesa

 

Abisag de Josefa de Óbidos (1650 The Athenaeum Museum)
Abisag de Josefa de Óbidos (1650 The Athenaeum Museum)

     Quiero exponer, en este blog, a una pintora, que no es demasiado reconocida, como es Josefa de Ayala Figueira, más conocida como Josefa de Óbidos, la pintora más destacada de la segunda mitad del siglo XVII portugués.

            Nacida en Sevilla en 1630, cuando España y Portugal estaban unificadas. Su padre fue Baltazar Gomes Figueira, natural de Óbidos, Portugal, de una familia acomodada, que viajo a Sevilla con la intención de iniciar su carrera militar en la guarnición de Santa María de Cádiz, dada la unión militar que existía en aquella época donde reinaba el rey español Felipe IV.

            En Sevilla conoció a la que, a la postre sería su mujer y, con los años, la madre de sus siete hijos, tres de ellos fallecidos prematuramente. Esta mujer pertenecía a la nobleza sevillana y se llamaba Catalina de Ayala (Camacho Cabrera Romero), pariente del pintor Bernabé de Ayala. Uno de estos hijos sería Josefa, sevillana de nacimiento, que sería bautizada, en la Iglesia de San Vicente, el 20 de febrero de 1630.

            El padre de Catalina, un militar de alto rango introduciría a Baltasar en el taller de un afamado pintor y amigo, llamado Francisco Herrera el Viejo, que sería padrino de Josefa, coincidiendo con Zurbarán, Juan del Castillo, Francisco Pacheco y otros pintores notables de su tiempo, empezaría preparando los lienzos y elaborando las pinturas. De la carrera artística en Sevilla, del padre de Josefa, sólo se sabe que en 1631 superó la prueba para ingresar en el gremio. Los pintores Miguel Güelles, Francisco Varela y Jacinto Zamora lo juzgaron como “hábil y suficiente”, convirtiéndose, más tarde, en un especialista en pintura de naturalezas muertas, pero, pese a su incipiente carrera, a Gómez Figueira pronto se le torció la fortuna; llegó a ser encarcelado por deudas en 1633, asunto que obligó a intervenir como avalista al rico comerciante portugués Simón de Fonseca y Pina. Esta situación desfavorable, y coincidiendo con la restauración de la independencia portuguesa, fue la causa más probable para que decidiera abandonar Sevilla en 1634 con su mujer y dos de sus hijas.

 

Maria Magdalena consolada por ángeles 1679 Museo del Louvre
Maria Magdalena consolada por ángeles 1679 Museo del Louvre

            Baltazar vuelve a Portugal en 1634, al servicio de la Casa de Braganza como pintor de paisajes, alegorías morales, meses y estaciones y naturalezas muertas, en las cortes de los reyes Juan IV y Alfonso VI. Su principal alumna y seguidora fue su hija Josefa, que desarrolla las influencias sevillanas que caracterizaron la pintura de su padre.

            En 1644, Josefa, fue internada en el convento agustino de Santa Ana, en Coímbra, recibiendo una esmerada educación en arte y religión que influyó notablemente en su obra pictórica.  Su vida se decantó por el arte y no siguió los pasos del camino religioso que se le presumían, abandonando el convento a la edad de 23 años, pero entusiasmada por los textos de santa Teresa de Jesús, que, aunque nunca había salido de España su fama se había extendido a través de los conventos.

            Según algunos biógrafos Josefa, a la edad de 31 años consiguió, con consentimiento paterno, ser una doncella emancipada de sus padres. Otros piensan que esa emancipación se la dio su padre cuando entro en el convento de Santa Ana, a la edad de 14 años.

             La figura de doncella emancipada era una figura jurídica, equiparable a la viudez, y era la única que le permitía a una mujer realizar negocios, firmar contratos y hacer transacciones sin la vigilancia de un hombre, ya fuera padre, marido o tutor. No se sabe qué motivos económicos o afectivos están en el origen de esta independencia, pero sí su consecuencia artística.

Natividad de Jesus 1669
Natividad de Jesus 1669

            A mediados del siglo XVII, en Óbidos apenas vivían unos cientos de personas. Iglesias, conventos y callejuelas de su casco antiguo conservaban huellas de una época medieval y árabe de cierta nobleza regia. El pueblo resultó ser un refugio perfecto para que una mujer pudiera abandonar fogones o conventos sin levantar ampollas masculinas. La ausencia de un gremio de pintores facilitó el trabajo de Josefa de Ayala. Tampoco la Inquisición criticó sus “jesusitos” con transparencias ni la sensualidad de sus retratos. “Nunca tuvo problemas”, asegura Joaquim Caetano, comisario de la exposición “Josefa de Óbidos y la invención del Barroco portugués”, en el Museo Nacional de Arte Antiguo, de Lisboa (2015), y gran estudioso de la vida de la pintora. “Sin duda ayudó que dos de sus hermanos fueran religiosos”.

            Un estilo que durante siglos la crítica menospreció y que identificó con el sexo de la artista. “La dulzura de sus figuras religiosas fue malinterpretada”, explica Pimentel.Josefa de Óbidos no tiene nada de mojigata ni de infantil y, técnicamente, tampoco era una artista menor”.

            Sus vírgenes y sus santos chocan abruptamente con la estética imperante en España, donde la representación casi siempre era dramática. Tras el reinado de Felipe IV, Portugal había restaurado su independencia. El país vivía un periodo convulso, de guerras y hambrunas, de sufrimiento. Josefa de Óbidos decide pintar, libre y deliberadamente, lo contrario de lo que se ve. “Su visión es opuesta al resto, ese es su valor. El drama está en la tierra y ella quiere reflejar el gozo en el mundo celestial”, explica el director del Museo Nacional de Arte Antiguo, de Lisboa. “Las penas ya las vemos aquí, ¿para qué reflejarlas? Ella representa la felicidad que nos espera”.

            Y la retrata como nadie. Los meninos, los niños de Jesús, son únicos; unos cuerpos regordetes con tules transparentes, rodeados de flores. “En todos los meninos refleja el sufrimiento que le aguarda, lo que desmonta la teoría de su ingenuidad”, puntualiza Pimentel. En cada menino hay una discreta señal de su futuro: la cinta de su sombrero no es tal, sino una corona de espinas, a sus pies yace un cordero pascual o en su pecho luce un escapulario con la palabra INRI. No se trata de una estética femenina, sino de una visión diferente del arte y de la vida que entronca con el misticismo de Teresa de Ávila.

Jesus Peregrino Museo Nacional de Arte Antiga Lisboa
Jesús Peregrino Museo Nacional de Arte Antiga Lisboa

En la Iglesia de Cascais Josefa pinto varias escenas de Santa Teresa de Ávila  

San Teresa en su escritorio de Josefa de Óbidos 1672
Santa Teresa inspirada por el espíritu Santo ( de Josefa de Óbidos ,1672 Iglesia Matriz Cascais Portugal)
La Transverbaracion de Santa Teresa 1672 Iglesia Matriz  Cascais  Portugal
La Transverberacion de Santa Teresa ( de Josefa de Óbidos ,1672 Iglesia Matriz Cascais Portugal)
Santa Teresa de Ávila como esposa mística  1672 Iglesia Matriz Cascais Portugal
Santa Teresa de Ávila como esposa mística ( de Josefa de Óbidos ,1672 Iglesia Matriz Cascais Portugal)
La Virgen y San Jose le dan un collar a Santa Teresa Iglesia Matriz Cascais Portugal
La Virgen y San Jose le dan un collar a Santa Teresa ( de Josefa de Óbidos ,1672 Iglesia Matriz Cascais Portugal)
Santa Teresa delante de la Santísima Trinidad 1672 Iglesia Matriz Portugal
Santa Teresa delante de la  Santísima Trinidad ( de Josefa de Óbidos ,1672 Iglesia Matriz Cascais Portugal)

            Su padre Baltazar fue llamado a la ciudad universitaria de Coímbra, donde realizó grandes obras caracterizadas por un fuerte naturalismo tenebrista que ejercieron gran influencia en el trabajo de su hija Josefa. Eran las influencias sevillanas que mencione anteriormente.

            Las primeras obras de Josefa, que se le atribuyen desde el convento, son los grabados de Santa Catalina y de San José, en 1646. Le siguieron unas pinturas sobre cobre. Casamiento místico de Santa Catalina, en el Museo de Lisboa, y San Francisco y Santa Clara adorando al niño, en el Museo de Oporto, con gran manejo del contraste del claroscuro, siguiendo los cánones de la pintura sevillana.

 

Bodas misticas de Santa Catalina de Josefa de Óbidos 1647 (Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa)
Bodas misticas de Santa Catalina de Josefa de Óbidos 1647 (Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa)
San Francisco y Santa Clara adorando al niño  de Josefa de Óbidos (1647)
San Francisco y Santa Clara adorando al niño de Josefa de Óbidos (1647)

            De regresó a Óbidos, junto a su familia, en 1653, realizó un trabajo alegórico sobre la sabiduría, para los nuevos estatutos de la Universidad de Coímbra. Pintó, también, el Pentecostés, destinado al altar de Sé Nova, de Coímbra, de gran precisión y delicadeza. Realizó una serie de miniaturas, excelentes, donde ya se le notaba las cualidades y características que harían inconfundible a su obra, dándole un estilo bastante identificable.

            Según cita Javier Martín del Barrio en El País Semanal del 16 de enero del 2016 “Josefa de Óbidos pintó varios retratos suyos, siempre en una actitud sensual o mística. Fuera cual fuese el perfil elegido, no se olvida del detalle de dos pecas junto a sus labios…. En sus visitas a conventos por motivos profesionales, la pintora anima a las monjas a que, sin olvidar el rezo, también trabajen; fomenta las manualidades y la pastelería para que las religiosas consigan autonomía económica, al margen de las dádivas de los feligreses o de la superioridad eclesiástica. Josefa predicaba con el ejemplo; al emanciparse abandonó las miniaturas – gastaba material del padre– y se atrevió con los retablos religiosos, pues ella se pagaba los óleos y cobraba las piezas”.

            Cosa completamente inusual para una mujer de su época, decidió dedicarse a la pintura profesionalmente y comenzó a recibir encargos de conventos e iglesias, como el Monasterio de Alcobaça o en el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa, por citar algunos; así como encargos de retratos, entre ellos los de la familia real, circunstancia que sirvió para que su fama subiera rápidamente.

Jesús niño Salvator Mundi 1673
Jesús niño Salvator Mundi 1673

            Sus obras son una combinación de temas religiosos y profanos con misticismo, sensualidad e ingenuidad. Un inventario de sus bienes de 1675 registró dos cuadros con Corderos Pascuales del estilo zurbaranesco, de hecho, realizó varias versiones del tema del Agnus Dei en las que el Cordero Pascual recuerda el modelo de Zurbarán.

 

Cordero Pascual 1660-1670 Museo Regional de Evora
Cordero Pascual 1660-1670 de Josefa de Óbidos (Museo Regional de Évora)
El Sacrificio del Cordero 1670 o 1684 (The Walters Art Museum)
El Sacrificio del Cordero 1670 o 1684 de Josefa de Óbidos (The Walters Art Museum)

       Con apenas treinta años, Josefa de Óbidos era ya una pintora consagrada, cuya producción había superado a la de su padre. Tanto fue así que, a la muerte de éste, ocurrida en 1674, la artista rechazó continuar con el taller de su progenitor. La colaboración entre ambos fue estrechísima como se observa en los bodegones, género que introdujeron en Portugal.

            Nos han llegado más de cien de sus obras entre las que merecen destacarse sus cuadros de flores y las naturalezas muertas que forman la serie llamada de los Meses”, de 1668, distribuidas en colecciones particulares, como la que se encuentra en la biblioteca Anselmo Braancamp Freire en Santarém, de 1676, las de la Casa-Museo de los Patudos en Alpiarça, del mismo año, y las del Museo Nacional de Arte Antiguo y de la Colección Armando Patrício, obras que revelan una relación sensible con las cosas simples, libre de simbolismos complejos, interpretadas de una manera espontánea y personal.

Naturaleza muerta con bollos, Museo de Évora, Portugal, (1660-70)
Naturaleza muerta con bollos, Museo de Évora, Portugal, (1660-70)
Naturaleza muerta con dulces y barrosBiblioteca Municipal Braamcamp Freire de Santarém.
Naturaleza muerta con dulces y barros. Biblioteca Municipal Braamcamp Freire de Santarém 1676
Cesta con cerezas, quesos y cerámicas
Cesta con cerezas, quesos y cerámicas

            Como retratista fue alabada por varios autores antiguos (Froes Perym, Murphy, Garett), siendo una muestra de su excelente trabajo el “Retrato del Beneficiado Faustino das Neves” (1670, museo de Óbidos). En su producción, tanto estilística como temáticamente, marcó el estilo barroco portugués.  

Retrato del Beneficiado Faustino das Neves (1670, museo de Óbidos). Museo Municipal de Óbidos
Retrato del Beneficiado Faustino das Neves de Josefa de Óbidos (1670, museo de Óbidos). Museo Municipal de Óbidos

            La vida de la pintora constituye un caso ciertamente extraño en el siglo XVII, ya que nunca contrajo matrimonio, vivió rodeada de criados y de dos sobrinas, a las que pidió en su testamento que sus bienes estuvieran vinculados a un linaje femenino.

            Murió en Óbidos en 1684, a los 54 años. Fue enterrada en la iglesia de San Pedro de esa localidad.

            Su historia estuvo cubierta de leyendas, incertidumbres y errores, como el hecho de considerarla discípula de Zurbarán, haber viajado por Italia o Flandes, o haber sido una pintora de corte. Se la considera una relevancia, como representante del naturalismo y tenebrismo barroco portugués, en los géneros de la naturaleza muerta, en los retablos sacros, el retrato, el grabado al buril y la miniatura en cobre.       

            Pero los rastros de la formación y existencia del artista siguen siendo oscuros y la obra pictórica que se le atribuyó fue contaminada por muchas decenas de pantallas y cobres que hubo que verificar. En numerosas bibliografías, en catálogos e inventarios, estudios monográficos, etc., aparecieron, y aparecen, obras tradicionalmente atribuidas a Josefa de Óbidos, pero que, en realidad, son de la escuela sevillana o castellana, o de pintores portugueses (como Diogo Teixeira, Lourenáo de Salzedo, Domingos Vieira, António de Oliveria de Louredo, Bento Coelho da Silveira), o su padre Baltazar Gomes Figueira.

Magdalena Penitente 1650   Museu Nacional de Machado de Castro
Magdalena Penitente 1650 Museu Nacional de Machado de Castro

            Su estilo parte de la influencia del naturalismo tenebrista de Baltazar y adquiere una personalidad propia, siendo definido como “sui generis”, reflejo de una particular intuición poética, libre de imposiciones académicas.

 

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