Visitando, una vez suspendido el Estado de Alarma, el Museo Romántico, en Madrid, me llamo poderosamente la atención un paisaje con bandoleros, realizado por un pintor que desconocía.
Esta obra, llamada Contrabandistas en la Serranía de Ronda, hizo que indagara sobre Manuel Barrón, que así se llama el autor, y esto es lo que quiero exponer.
1. Manuel Barrón y Carillo
Manuel Barrón y Carrillo nació en Sevilla, en 1814, y murió también, en la misma ciudad, un 15 de enero de 1884. Decía Ossorio y Bernard de él, que era pintor “natural y vecino de Sevilla”. Una Sevilla que disfrutó de un importante crecimiento económico, especialmente tras la llegada del ferrocarril y sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX.
Poco se sabe de su vida, ya que, como dice Enrique Arias Anglés “…de Barrón… poco sabemos y al que en algunos de los libros de arte sobre el siglo XIX de nuestro país, que se pueden contar con los dedos de una mano, a lo más que se llagaba era a aludírsele en pocos renglones…, lo que viene a recordarnos la necesidad de desenterrar documentalmente las figuras de nuestro siglo XIX”. Y en eso estoy yo.
Estudio en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, entre 1828 y 1832, es decir entre sus 14 y 18 años, siendo un alumno muy aplicado. También se formó en la escuela de Antonio Cabral Bejarano, con quien colaboró en alguna obra, como en las dos copias, de tamaño natural, del cuadro de Murillo “Santas Justa y Rufina” que realizaron para una exposición en 1841. Manuel Barrón, en la Escuela de Bellas Artes, llegó a ejercer de docente en las asignaturas de Dibujo del Yeso, Perspectiva y Paisaje, y director de la misma.
Fue socio fundador, en 1838, del Liceo Artístico de Sevilla, a imagen y semejanza del Liceo Artístico y Literario Español de Madrid, fundado un año antes. Estos Liceos fueron creados en plena ebullición romántica. Se decía de él que era un paisajista notable.
También fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, de Sevilla, y académico de la de Bellas Artes de Santa Isabel, de la misma ciudad.
Manuel Barrón y Carrillo fue un pintor que cultivó el retrato, como tantos autores de su época, pero que destaco en el paisajismo. Como dice Palazón Reina “su reputación estará basada, en exclusiva, en la pintura de paisajes”.
Sin embargo hay autores que lo relacionan con la pintura costumbrista, debido a que, en sus obras de paisajes, suele añadir figuras populares que componen escenas pintorescas y de costumbres. Es verdad que, en muchos paisajes de Barrón, como en el de otros muchos autores, la inclusión de las figuras que lo acompañan, no pasan de ser una anécdota que da colorido al paisaje que quieren representar, ya sea este rural, urbano o monumental, que son los tres los tres tipos generales que pueden clasificar el paisajismo romántico. Es decir, se pueden considerar, la inclusión de las figuritas en un pretexto para la representación de un paisaje, pudiendo ser, incluso una concesión al espectador o a su clientela.
A Manuel Barrón se le considera el máximo exponente, y posiblemente, el mejor representante del paisajismo romántico andaluz y sevillano.
La verdad es que se han encontrado pocos datos sobre la vida de Manuel Barrón, pero sus paisajes alcanzaron gran fama durante la época. La mayor parte de las obras que se conservan pertenecen al periodo de 1852 a 1869, no conociéndose, apenas, las etapas inicial y final de su carrera. Sus inspiradores fueron Jenaro Pérez Villaamil y David Roberts.
Su obra se ha caracterizado por sus escenarios pintorescos, los juegos de luz del atardecer y la inclusión de escenas costumbristas y alusiones históricas y monumentales en el paisaje.
Su paisajismo, inspirado frecuentemente en el mundo natural, nunca olvida las alusiones al carácter humano, haciendo la naturaleza más pintoresca. Muchas de sus obras son vistas urbanas, sobre todo de Sevilla, recogiendo algunos monumentos del pasado musulmán que la ciudad tuvo.
En torno a 1860 se aleja del paisaje romántico y su estilo se va haciendo cada vez más realista, como se puede observar en la espléndida Vista de Sevilla desde Triana, en la que cuida, al máximo, todos los detalles, sin ningún tipo de concesión a lo pintoresco.
Su obra se conserva, en mayor o menor medida, sobre todo la que pertenece al periodo que va desde 1852 a 1869, época en la que incluso la reina de España, Isabel II, adquirió el lienzo Vista general de Sevilla, hoy en día en el Palacio de Riofrío de Segovia.
En el Museo de Bellas Artes de Sevilla, se conservan un buen número de obras suyas. También en el Museo Nacional del Romanticismo y en el Museo del Prado, con dos paisajes fluviales datados en 1850.
El Museo Carmen Thyssen Málaga recordó, en una gran exposición, en el año 2014, el 200 aniversario del nacimiento de Manuel Barrón. Destacan, entre otras obras Vista del Guadalquivir (1854), un paisaje topográfico, urbano, descriptivo y monumental de la ciudad hispalense, con el Guadalquivir en primer término, donde se aprecia el convento de los Remedios, la Torre del Oro, la catedral con la Giralda y el palacio de San Telmo. Introduce, en esta obra, la distinción social entre la alta burguesía y los humildes que acuden a pescar al río.
El río Guadalquivir será su protagonista principal en muchas de sus vistas sevillanas, como por ejemplo en Cruzando el Guadalquivir (1855). Fiesta popular en los alrededores de
Sevilla (entre 1845-1850).
En la obra Emboscada a unos bandoleros en la cueva del Gato (1869). Barrón, representa a una partida de bandoleros que hace frente a una emboscada que le tienden varios guardias civiles, que se les ve acercándose desde un cerro cercano disparando sus fusile, mientras los bandoleros se defienden de la Benemérita con sus trabucos. Se observa un herido, tendido en el suelo y a un niño lloroso que se refugia en las faldas de su madre, que parece que suplica el cese el fuego.
Esta cueva del Gato, se encuentra en las proximidades de Benaojan, siendo uno de los parajes más conocidos de la serranía de Ronda. Era un lugar, en el siglo XIX, que se utilizaba como escondrijo de los bandoleros y contrabandistas de Sierra Morena. Está situada a unos diez kilómetros de la ciudad rondeña, y es de gran tamaño, conformada por tierra caliza, principalmente, y próxima al río Guadalevin. Por el interior de la cueva corre el río Guadares o Campobuche, saliendo por la boca opuesta y desembocando en el río Guadiaro.
También se pueden ver sus obras Puerto de Málaga (1847) donde refleja una panorámica de la ciudad de Málaga en la que se aprecia el puerto, los monumentos y sus alrededores. Es un cuadro inspirado en un grabado de Alexandre de Laborde, donde, a la singular panorámica de la ciudad, Barrón añade detalles de su propia cosecha. En Vista de Cádiz (1854), subraya Barrón “la importancia de la ciudad como metrópoli de las colonias americanas en el siglo XVIII”. Y uno de los lienzos más tardíos conocidos del maestro: Vista del puerto de Miravete, antiguo camino de Madrid, en 1869.
En 1844 Barrón presento una obra de carácter histórica, La Batalla de Bailen, temática poco conocida en su carrera. Representa la entrada de las tropas napoleónicas en territorio español, como consecuencia del Tratado de Fontainebleau, con la idea de invadir Portugal. Es de resaltar, en esta obra, la minuciosidad y el detallismo de las figuras de los soldados y su armamento, y la grandiosidad de sus abruptos paisajes nevados.
La obra que me llamó la tención, y por la cual estoy escribiendo este pequeño homenaje a Barrón, Contrabandistas en la serranía de Ronda (1849), es una composición escenográfica que sigue el estilo romántico. Sitúa, en primer término, a los personajes, unos bandoleros con trabucos, con unos animales de carga sobre un fondo paisajístico a modo de escenario. A pesar de que los personajes ocupan el primer plano, es el paisaje el verdadero protagonista de esta obra, paisaje de la serranía de Ronda, que le da gran emotividad, y, los reflejos del rio y la cascada, le dan dramatismo a la acción.
Se dedico poco a la pintura costumbrista, de la que se conservan La pareja junto a un río, perteneciente a una colección particular sevillana, y La bailaora, de la colección Huart, de Cádiz.
También cultivo, pero mucho menos, el retrato donde se puede destacar el retrato de Roque Miranda, de 1838; el de Lope de Rueda, obra realizada para la galería de Sevillanos Ilustres, copia de un grabado de Eugenio Ochoa, par una colección llamada Autores Ilustres; y un tercer cuadro sería el del doctor sevillano Nicolás Monardes, obra de 1860. Este, junto con el anterior, se encuentran en la Biblioteca Colombina.
Barrón fue, fundamentalmente, un paisajista, convirtiéndose en el máximo exponente del paisajismo romántico sevillano.
1 comentario
Cuál era la técnica que más utilizaba el pintor Manuel Barrón en sus obras?