Aurelia Navarro fue una pintora granadina del siglo XIX, que desde muy joven comenzó su carrera artística. Fue hija de un eminente doctor granadino, José Navarro y de Resurrección Moreno, transcurriendo su infancia en el seno de una familia burguesa, ilustrada y con grandes inquietudes culturales y artísticas que favorecieron el desarrollo intelectual y artístico de Aurelia.
Se formó con el pintor granadino José Larrocha, maestro de una gran generación de pintores y estuvo en contacto con otros pintores como José Maria Rodríguez Acosta y su amigo José Maria López Mezquita, ambos también discípulos.
Aurelia Navarro tuvo un grandísimo interés en representar el paisaje granadino, sus espacios urbanos y el entorno de la Alhambra y Generalife, y los espacios rurales y naturales. Y recrearía estas representaciones durante toda su trayectoria.
Cuando se trasladó a Córdoba en 1900 se formó con el pintor Tomas Muñoz Lucena. Donde ostentaba el cargo de catedrático de Dibujo en el Instituto General y Técnico Padre Suarez de Granada. Con Muñoz Lucena, Aurelia, adquirió un mayor rigor en el sentido del dibujo y la composición, y también incorporó a sus pinturas un sentido de la luz y el color que Lucena había aprendido de su estancia en París, gracias al impresionismo que allí observo.
Aurelia Navarro con 22 años participó en el año 1904 en la Exposición Nacional de Bellas Artes con la pintura Sueño Tranquilo, un óleo sobre lienzo, que representa a una niña que se ha quedado dormida en una mecedora. Recibió una mención honorifica El jurado estuvo presidido por el pintor Joaquín Sorolla. Fue animada a participar por su maestro Tomas Muñoz Lucena, su amigo José Maria López Mezquita y el pintor José Maria Rodríguez Acosta.
Magdalena Illán Martin apunta de la pintura Sueño Tranquilo: “Revela en gran medida las inquietudes creativas de Aurelia Navarro y su deseo por desarrollar soluciones arriesgadas desde el punto compositivo y plástico. Así la visión de la niña a partir de un punto de vista en picado y la composición marcadamente diagonal y cortadamente abruptamente en sus flancos, ofrece una imagen espontánea e íntima de la escena. Al mismo tiempo, la artista conjuga elementos tradicionales el tratamiento de la figura y en el uso de una gama cromática de tonos y armonizados, con un tratamiento bosquejado de empastes grumosos en la descripción de la blusa blanca y de las flores dispuestas en su pecho” (1).
En 1906 Aurelia Navarro participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes, donde se presentó con la pintura titulada Retrato de señorita. Es un retrato de medio cuerpo, donde hay una señorita que sujeta un pincel y esta de perfil. Magdalena Illán Martin sostiene que, es muy probable, que se trate de un autorretrato de Aurelia Navarro. En esta exposición Aurelia Navarro gana la Tercera Medalla otorgada por el Jurado que estaba presidido por Francisco Pradilla, y la ayudo a posicionarse en la escena nacional y a consolidar su figura, sobre todo en Granada, que se hizo eco de este galardón con gran orgullo para la ciudad.
En 1908 participo, de nuevo, en la Exposición Nacional de Bellas Arte con la pintura Desnudo de Mujer, como se apunta en el libro Un siglo de pintura cordobesa(3). Se trataría de un firme paso adelante en su trayectoria artística. Era un tema tabú para las mujeres artistas ya que estaba prohibido que las mujeres copiaran, del natural, los cuerpos desnudos, tanto el cuerpo femenino como el masculino. Aquí Magdalena Illán Martin apunta a que es necesario recordar que en las primeras décadas del siglo XX persistía el concepto decimonónico de preservar el decoro. Rafael Balsa de la Vega, en su “Exposición General de las Bellas Artes, dijo: “Dejemos en el olvido el arte moralista. No es arte. Ahí está Desnudo de mujer, de la señorita Aurelia Navarro, invitándonos a reconciliarnos con la vida en lo que de más adorable tiene, en la juventud, en la forma humana, vaso que contiene la esencia de la divinidad” (4).
La pintura no solo no fue rechazada, sino que fue premiada con una tercera medalla, siendo la única mujer galardonada con medalla en dicha exposición, junto a Maria Blanchard, Este galardón no satisfizo a los numerosos críticos que manifestaron su decepción y reclamaron para la artista un mayor galardón. Según el Catálogo de Invitadas (2) del Museo del Prado, el cuadro no fue adquirido por el Estado tal como estipulaba el premio, y, actualmente, este cuadro se encuentra en la Diputación de Granada.
Al margen de la controversia, esta obra de Aurelia Navarro debió de satisfacer los requisitos que el jurado requería, pues fueron observados el tratamiento compositivo, el dibujo y el color y el homenaje a la Venus de Velázquez, también este cuadro, al ser un autorretrato de la pintora, y al estar en la misma posición que la Venus del espejo de Velázquez, recibió comentarios sexistas por parte del público y del jurado.
Esta obra también gusto mucho a la Infanta Doña Isabel, conocida popularmente como La Chata, que se entusiasmó con el desnudo y quiso conocer y felicitar personalmente a la autora, quien también fue felicitada por Julio romero de Torres, con quien compartió gustos y conceptos estéticos.
Este éxito obtenido por este cuadro hizo que su padre cortara su corta, brillante y prometedora carrera artística, llevándosela de vuelta a Granada, poniendo toda clase de trabas al desarrollo de su arte.
En un estudio para la Universidad de Málaga, Torres López, según recoge José Luis Moreno, en su artículo “De mujer revolucionaria a religiosa: la artista granadina olvidada por los Museos”, decía. “Este ejemplo de nuevo nos muestra como una mujer y su creatividad se ven doblegadas por las imposiciones sociales y peor aún, por las familiares, que no vieron en su obra una expresión autentica de ella misma, y una experiencia en la técnica avalada por sus maestros, sino miedo a que se le reconociera y afectara a su moral, cerrando para ello todos los vínculos que tenía la artista con su entorno, el mundo artístico” (5).
Ya en Granada, y como ocaso de ese futuro que pudo tener, formó parte en la exposición de caricaturas y tarjetas postales, organizada por el Centro Artístico de Granada, en 1908, y en la colectiva de la misma entidad de 1916.
.
Ante las presiones sociales y personales, y con cuarenta años, Aurelia Navarro decidió, en 1923, ingresar en la Orden religiosa de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento. Desde ese momento residió en el convento de la orden, en Córdoba, que no abandonó excepto cuando se desplazó al Vaticano (6), en 1933, para realizar un retrato de la fundadora de la Orden, la Madre Sacramento, Santa María Micaela del Santísimo Sacramento (1809-1856), con motivo de su canonización en 1933.
En la vida conventual que llevaba, siguió practicando la pintura, como el retrato que he mencionado antes de la fundadora de la orden, pero esta vida tenía sus limitaciones, que poco a poco fueron acabando con su vocación, reduciendo su tarea pictórica a temas de santoral y nuevas versiones de la fundadora.
Su última etapa vital transcurrió en Córdoba, en el Convento de las Adoratrices, donde murió el 9 de febrero de 1968.
El tiempo fue sepultando sus obras en todos los sentidos. Se fueron desdibujando por la mala calidad de los materiales empleados en sus composiciones, en su mayoría pasteles y acuarelas, y ella, fue cayendo en el olvido.
Su producción artística muestra un variado perfil en cuanto a temáticas representadas, donde predominan los paisajes y las escenas costumbristas, sobre todo, seguidos del retrato y en último lugar las representaciones de flores bodegones y el desnudo. Sus obras fueron ejecutadas al óleo, carbón, plumilla y pastel.
El paisaje atrajo, singularmente, a Aurelia Navarro, como los espacios de la Alhambra y Generalife y alrededores de Granada, como mencionaba al principio. Para la representación de los paisajes utilizaba una fórmula similar, en las que recreaba visiones fragmentadas del paisaje, rehuyendo soluciones académicas y equilibradas. Introdujo encuadres cortados, situando la línea del horizonte un tanto elevada. Se intuye la influencia de su maestro Larrocha, mostrando un elevado nivel técnico
.
En las escenas costumbristas los protagonistas suelen ser mujeres, realizando labores cotidianas, al principio en espacios interiores y, posteriormente en el exterior, mostrando un gran dominio de la luz y de las sombras. En algunas ocasiones, son campesinas que aparecen acompañadas de pavos y gallinas, mientras que en otras ocasiones son los animales los protagonistas exclusivos de las obras.
Como dijo El Defensor de Granada, en 1908 Aurelia Navarro es “Una artista que vale y que puede estar por derecho propio”.
CITAS:
1 .- UNA JOVEN QUE LLEGARÁ A SER UNA PINTORA INMINENTE. p.p. 222-239 ILLÁN MARTÍN
2 .- INVITADAS. GARCÍA NAVARRO.
3 .- UN SIGLO DE PINTURA CORDOBESA (1791-1891)
4 .- LA MUJER EN LA DOCENCIA Y LA PRACTICA ARTÍSTICA EN ANDALUCIA DURANTE EL SIGLO XIX. P.p. 100-103. TORRES LOPEZ
5 .- DE MUJER REVOLUCIONARIA A RELIGIOSA: LA ARTISTA GRANADINA OLVIDADA POR LOS MUSEOS, MORENO, José Luis
6. BAJO EL ECLIPSE. .- LOMBA SERRANO
.
1 comentario
Una vez más, un trabajo interesante sobre una artista no muy conocida pero muy notable en su trabajo. Muchas gracias por compartir estos conocimientos.