LA HISTORIA DEL MUSEO EGIPCIO DE TURÍN
Cuando en las Navidades de 2016 viaje a Turín, ya sabía que uno de los museos que tenía que visitar era el Museo Egipcio, pues no en vano es el segundo museo más importante, después del Museo Egipcio del Cairo, en exponer colecciones arqueológicas del Antiguo Egipto, y el más antiguo. El Museo Egipcio, en realidad el Museo delle Antichità Egizie, es el motivo por el que miles de personas al año visitan Torino, la capital del Piamonte,
¿Cómo es posible que en la ciudad turinesa se encontrara este Museo tan ricamente surtido de antigüedades egipcias?
La historia, brevemente contada, es la siguiente: Al margen de por la afición a la cultura egipcia, que desde el siglo XVII, la familia Saboya, los señores de la región, posteriormente reyes de Italia, existe una leyenda que une de una manera mucho más curiosa la ciudad italiana con Egipto.
Cuenta esta leyenda que un príncipe egipcio, Pa Rahotep, llamado Eridano en Italia, tuvo que abandonar su país por unas disputas con los sacerdotes en el siglo XV a.C. Tras recorrer la costa de Grecia y parte de la península itálica, llegó con sus barcos a la actual Liguria, cuyo nombre haría referencia al de su hijo Ligurio, que se quedó en la zona mientras su padre viajaba al norte, llegando a las riberas de un río que le recordaron a su Nilo natal. Allí decidió fundar una ciudad. Ese río era el Po, Eridano para los griegos, y esa ciudad era la que hoy es Turín, siete siglos antes de que llegaran los romanos y fundaran Julia Taurinorum.
Sería el culto al dios Apis, con cabeza de toro, con su simbología taurina, el que acabaría dando nombre a esta ciudad.
Más allá de antiguas leyendas, el origen del museo egipcio de Turín nació en 1724 de la mano de Vittorio Amedeo II, Víctor Amadeo II, que fundó el museo de la Real Universidad de Turín, Museo della Regia Università di Torino. Cien años después, en 1824, se funda oficialmente el Museo de las Antigüedades Egipcias, conocido como “Museo Egizio”, por Carlo Felice di Savoia.
En 1760 Vitalino Donati, profesor de Botánica de la Universidad de Turín, viajó a Egipto por orden de Carlos Manuel III de Cerdeña. Una vez en el país se desplaza por el Nilo más allá de Asuán con el objetivo de recoger especímenes de la flora y fauna además de antigüedades como momias y manuscritos. En este viaje conseguirá tres estatuas: de Sejmet, de Ramsés II y otra la de la reina Tiy, esposa de Amenhotep III. Cuando Donati regresó a Italia trajo más de 300 objetos que fueron las primeras piezas del Museo d’Antichitá, más tarde conocido como el Museo Egipcio de Turín.
La mayor adquisición se produjo en 1824 con la compra de la primera colección de antigüedades egipcias al explorador y diplomático italiano Bernardino Drovetti, quien trabajaba en aquella época como cónsul francés en Egipto. Esta fue comprada por el rey Carlos Félix de Saboya, por la suma de 400.000 liras piamontesas, y constaba de más de mil piezas, compuesta por unas cien grandes estatuas, estelas, sarcófagos con momias, papiros, y múltiples objetos funerarios. En la colección destacan las colosales estatuas de Amenofis I, un Ramsés II sedente, la estatua de Tutmosis II y el Canon Real de Turín.
Ernesto Schiaparelli fue nombrado director del museo, en 1894, incrementando los fondos mediante compras y campañas de excavación en Heliópolis, Guiza, Asiut, Hermópolis, el Valle de las Reinas (la tumba de Nefertari), Deir el-Medina y Gebelein.
Jean-François Champollion visitó este museo para estudiar su importante colección de papiros, los cuales le ayudaron a dar los primeros pasos en el desciframiento de la escritura jeroglífica. A él se le atribuye la frase “El camino hacia Menfis y Tebas pasa por Turín”.
Esto lo convierte en el museo egipcio más antiguo del mundo. El de El Cairo, el único cuya colección es más importante, se fundó en 1902, aunque no abrió sus puertas hasta 1909.
Una de las piezas más importantes del museo es el llamado “Canon Real de Turín ó Papiro de Turín. Es una lista de los faraones que reinaron Egipto, como también de los dioses que les precedieron, los semidioses, y los seguidores de Horus. Esta lista no es conmemorativa de ningún faraón, sino que contiene los nombres reales de todos los gobernantes, incluyendo los faraones menores y los usurpadores.
No se trata sólo de un listado de nombres, que ya sería excepcional al no faltar ninguno, pues era muy habitual, en el antiguo Egipto, que los nuevos faraones eliminaran el rastro de los antiguos, sino que incluye también el tiempo de su reinado en años, meses y días.
En el apartado de restos arqueológicos como los sarcófagos y las momias, el Museo de Turín posee una grandísima colección. Entre estos sarcófagos se encuentran el de Khonsumose, el de Butehamon o el de Idi, tesorero del rey del Bajo Egipto, con unos curiosos ojos pintados en el lateral del sarcófago. Son sarcófagos bastante bien conservados,
En el registro de momias la más curiosa es una en posición fetal que la estructura de la Sala te permite ver, tanto de cerca, como en visión cenital, en la galería superior, desde donde se aprecia más la representación de como fue la tumba donde la encontraron.
El Gobierno egipcio, en los años 60, regaló, al Gobierno italiano, como agradecimiento a su colaboración, a través de la Unesco, en el traslado del templo de Abu Simbel, a su nuevo emplazamiento, apartado de lo que más tarde sería la famosa presa de Asuán, el templo de Ellesiya, Este templo fue mandado construir por el faraón Tutmosis III en el siglo XV a.C. Y gracias al regalo egipcio, se encuentra, reconstruido, en el Museo Egizio de Turín.
También conservan una tumba intacta, es decir, no expoliada, que es la de los esposos Kha y Merit. Y las dos piernas momificadas de Nefertari, esposa de Ramsés II, que tras más de 100 años de investigación, en el 2016, le han podido encontrar dueño.
La colección de vasos Canopos, esas vajillas en las que se conservaban las vísceras de los difuntos, es impresionante, los hay de diferentes tamaños.
Se conoce como vaso canopo al recipiente que era utilizado durante el Antiguo Egipto para depositar las vísceras de los muertos, no sin antes haber pasado por un proceso de lavado y embalsamado.
El proceso tenía como finalidad mantener intacta la imagen de unidad que debía tener el cuerpo. Posteriormente, los vasos eran introducidos en una caja de madera la cual, durante el cortejo, era trasladada en una especie de trineo. El nombre proviene del griego, se dice que fue en una ciudad con el mismo nombre donde encontró la muerte el piloto de navío de Menelao.
También se dice que en la ciudad de Canopus, situada en las proximidades de Alejandría, fue el lugar donde al dios Osiris se le representó con forma de vasija, aunque con cabeza humana. Durante el período egipcio, existían cuatro tipos diferentes de vasos canopos que, a su vez, venían a representar a los Hijos de Horus, divinidades que se creían estaban destinadas a proteger su contenido de una posible destrucción. Estos dioses eran los que os referimos a continuación:
Amset: Este era la vasija con cabeza humana que os mencionamos anteriormente. Su función era la de preservar el hígado.
Hapy: Esta vaso, en cambio, poseía la tapa con forma de cabeza de papión (un tipo de primate) y en ella se guardaban los pulmones.
Kebeshenuef: Esta vasija se caracterizaba por tener la tapa en forma de cabeza de halcón, y estaba destinada a albergar los intestinos.
Duamutef: Su tapa poseía forma de chacal, y en ella se preservaba el estómago del muerto.
A su vez, cada uno de estos vasos canopos estaba bajo la protección de una diosa, a saber: Isis, Neftis, Selkis y Neit, cuya misión era orientarlos hacia los cuatro puntos cardinales, siendo la disposición la que sigue: el hígado al Sur, los pulmones al Norte, los intestinos al Oeste y el estómago al Este.
En definitiva, todo el Museo merece una visita sosegada que no dejará a nadie indiferente.
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1 comentario
Asombroso. También se encuentran pinturas egipcias? En ese caso, cuáles son las pinturas que más predominan en el museo?